sábado, 21 de febrero de 2009

Testimonio (I)

Hace 7 días conocí a una muchacha, joven, hermosa y, curiosamente, diferente. Si bien estoy de acuerdo en que todos somos diferentes de algún modo, esta chica lo era de un modo también diferente.

Nuestro encuentro fue poco usual en mi vida. Fue un sábado por la noche, en una discoteca, simplemente me acerqué y quise besarla. La besé, poco después regresé y la volví a besar y, cuando ya ambos nos volvíamos de regreso a casa compartimos el mismo taxi que, casualmente tomaba la misma ruta. Su casa estaba cerca de la mía. Recuerdo que aquel fue el mejor viaje en taxi que he hecho nunca. Ambos estábamos en la parte de atrás, ambos no cesábamos en mirarnos, acariciarnos y decirnos lo mucho que nos gustaba el otro. Sacó su lápiz de ojos del bolso y me escribió su número de teléfono en el brazo. Le indicó al taxista dónde parar, me besó y me dijo dulcemente "llámame". Lo cierto es que lo que más recuerdo de aquel viaje fueron las miradas, aquellas miradas que decían todo, párrafos enteros de poesía, sin pronunciar ni una palabra...

Aquella noche me acosté pensando en ella y a la mañana siguiente desperté pensando en ella. No tardé en llamarla, era domingo y supuse que estaría en casa. No estaba. La verdad es que tan sólo ese día la llamé alrededor de tres o cuatro veces. El lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado (hoy mismo) no serían días diferentes. De hecho, desde el lunes hasta el jueves no había logrado dejar de pensar en ella y, cada uno de esos días que la llamaba con insistencia y su padre me informaba de su ausencia iba a su casa, donde el taxi había parado el sábado y la esperaba el tiempo que podía, esperando verla entrar o salir en algún momento. Recuerdo que el martes contestó ella al teléfono y, de nuevo, palabras de seda cubiertas de belleza entre los dos. Resulta que contestó al teléfono cuando yo estaba frente a su casa pero ella no podía salir, según decía, por su padre. No me dio más explicación que esa pero aún así no quiso cortar la conversación, de hecho se ofreció a llamarme ella para continuar hablando y se mostraba muy sorprendida y agradecida por haberla llamado. Además, quedé con ella, al menos en llamarnos, para el día siguiente, o el siguiente, o el fin de semana. De hecho, el mismo día que ella contestó al teléfono me confesó que la habían despedido de su trabajo, igual que el día que la conocí, un 14 de Febrero, me había confesado que le habían roto el corazón (tal y como ella lo expresó). Nunca más volvería a escuchar su preciosa voz.

Estaba cayendo en un rompecabezas, una mujer deseada e imposible de localizar, y, con todo, demasiadas lagunas, vacíos, sobre ella. Realmente no sabía prácticamente nada sobre ella. Todo lo que sabía era que quería saber más. El jueves, tras haber estado de nuevo frente a su casa esperando verla salir o entrar vi a un hombre, de unos cuarenta años, salir y entrar varias veces de su casa. El hombre me miraba de reojo de vez en cuando y, entonces, fui a hablar con él para ver si podía ayudarme. Este me confesó que estaba a punto de llamar a la policía pensando que podría estar ahí con fines de robo y similares. Finalmente, entre palabra y palabra en esa conversación este hombre "dejó caer" que aquella mujer a la que había deseado y por la que había escrito algunos versos (llevaba sin escribir poesías casi tres años) ¡estaba casada!

Curiosamente, de tantas llamadas que le había hecho todo comenzaba a cuadrar. ¡Probablemente ella no vivía en casa de sus padres!
Sin embargo, no podía evitar pensar que algo raro había en todo este asunto. 22 años y casada, y poniéndole los cuernos a su esposo saliendo de fiesta sin él y, como último detalle, el hecho de que su padre pareciera estar evitando que yo hablara con ella (incluyendo lo que ella me había dicho por teléfono). La atracción que sentía por ella disminuyó y fue disminuyendo progresivamente y, aunque aun tiene cierta fuerza dicha atracción me encuentro en el dilema de si debería dejar pasar el tema y no buscarla, o si debería continuar buscándola. Para ambas decisiones tengo varias excusas y razones.

Por un lado, encuentro el hecho de que ella esté siendo sometida a un matrimonio obligado por parte de su padre, de origen cubano, que debo decir no creo que sea poco machista. Por otra parte, caigo en la pregunta de si, dejando pasar la situación estaría realmente dejándolo pasar o estaría huyendo de él o, peor aún desistiendo de pelear por ella.

A pesar de todos los enredos mentales y las palabras amigas que me aconsejaban desistir de mi deseo por encontrarla alegando que podría meterme en problemas por su esposo, hay algo que hoy mismo me ha ayudado a escoger. Hoy la llamé de nuevo, y al contestarme su padre sus palabras fueron las siguientes:
"Hágame el favor de no llamarla más porque ella tiene esposo y se va a meter usted en problemas". Palabras no muy amistosas en un país peligroso.

No había duda, había algo más en todo esto que no llegaba a comprender y que tampoco olía bien. La pregunta ahora era si debía mirar para otro lado, porque de verdad me estaba metiendo en terreno pantanoso, o si debía tratar de averiguar lo que estaba sucediendo, con el fin de ayudarla en caso de que ella quisiera. A raíz de esto vino de nuevo un enredoso pensamiento, mis sospechas eran cada vez más acertadas. Incluso después de suponer un 90% de la historia por pequeños detalles que iba averiguando día a día, aun me faltaba por conocer un 10% que tan sólo podría conocer encontrándola a ella.

Prácticamente todo aquel al que consultara acerca de esta situación me diría que me alejara del tema y pasara de todo. Sin embargo, eso es lo que hace que la moral humana esté cada día más deteriorada. Vemos hambre y lo ignoramos, vemos delincuencia y callamos, vemos actitudes hostiles y nos decimos "no es mi problema". Es por esto que, aun a riesgo de estar equivocado en mis suposiciones, tengo la intención de continuar buscando y, debo decir, que a pesar de que puedo pensar en curar "mi mal de amores" con otra persona e incluso pasar de todo esto, hay un guerrero latente en mí que está comenzando a despertar. Simplemente, una moral y principios que no me dejarán dormir mejor de lo que ya duermo sabiendo que, pudiendo, no estoy haciendo nada por... ¿por qué? ¿por miedo? ¿por X? y... ¿X es razón o excusa? No hay razón para no hacer lo correcto.
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Esta es la poesía que escribí el martes:

Delirios del corazón
Dormir tarde esperando tu llamada,
esperar verte al mirar por la ventana,
despertar contigo en mi pensamiento,
escribirte en unos versos lo que siento.

Hacer locuras sólo para verte,
cometer errores sólo por quererte.
Sentirme vivo al conocerte,
no poder sacarte de mi mente.

Y es que tus miradas aceleran mi corazón,
tus ojos cortan mi respiración,
y tu sonrisa, tu bonita sonrisa,
puede hacerme perder la razón.

Amyad

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